Mi cuerpo marchito quedó relegado a un segundo hueco, un segundo lugar en tu corazón.
Ya no soy a quien buscas cuando tu brújula está rota, ya no soy aquella que te rescata de los naufragios y las tormentas. Sólo soy una simple alma encerrada en una jaula de sal de barrotes inquebrantables, derrumbándose poco a poco por dentro mientras tú sigues con tu travesía.
Ni el canto de las sirenas podría devolverme aquello que perdí y un día tuve; ni siquiera los piratas anhelaban tanto un tesoro inalcanzable e invisible como yo, un tesoro que demora en los corazones de la gente.
Yo no soy una sirena, ni soy una pirata. Pero sí soy humana. Un cadáver vacío, una sombra en la oscuridad, un espíritu preso.
Aún me pesan las cadenas.
Aún te tengo en mi memoria.
Aún me importas.