En ruinas

En ruinas

lunes, 21 de noviembre de 2016

Como el canto de las sirenas

Era una noche de invierno. La oscuridad cubría el cielo nocturno, lleno de luceros brillantes que dejaban entrever la tristeza  de mi corazón.
Nadie sabía exactamente qué eran aquellos ojos celestiales que siempre vigilaban a los más necesitados de amor. La gente los llamaba "estrellas"
Y ahí me encontraba yo.
En medio de la nada, observando por la ventana de mi habitación cómo desaparecía cualquier atisbo de luz solar. 
Me evadía en aquellos luceros, queriendo encontrar mi destino. 
No encontré nada.
Quizá no estuviese escuchando bien. 
O quizá ya no sabía escuchar.

Junto a todas esas "estrellas" se encontraba la más hermosa, la reina: la gente le llamaba "luna", aunque yo le solía llamar "guía", ya que acompañaba a los luceros y les hacía compañía.
Siempre pensé que aquella "luna" era inalcanzable, y que su hermosura era casi como mítica: parecida al canto de las sirenas, que atraen a los marineros solo para su propio beneficio.
Por ello, nunca me fié del todo de ella; la veía como una madre sobre protectora que lo único que buscaba eran las almas de la gente. 

Nadie me advirtió de su poder, solo me lo imaginé yo misma.
Aquella noche todo fue diferente. La luna me sonreía desde arriba, cautelosa, intentando intimidar a la vez que cautivaba cada vez más mis 5 sentidos. Mi lengua no paraba de saborear la noche, mis oídos solo oían el silbido de la niebla, mis ojos no veían más que hermosura proveniente de aquella luz, mis manos temblaban ante el solo hecho de tocar ese inalcanzable ser, y mi nariz olía el frescor de la oscuridad.
Todos dispuestos a ella. Solo a ella.
¿Me había hablado? 
Quizá me estaba volviendo loca.

No me dí cuenta hasta pasadas unas horas de que aquel ser me había tenido en sus redes. Para cuando me desperté ya era tarde, y mi alma vagaba por el bosque, alejándose de mi cuerpo carnal. 
¿Qué estaba pasando?

De pronto lo vi todo claro. La "luna" era caprichosa, y se había fijado en mí, en mi soledad, en mi falta de amor... en mi aislamiento. 
Era ella la que me había liberado. 
Yo solo podía vagar libremente entre los árboles, ascendiendo cada vez más hacia mi reina.
Me hundí en el manto de la noche, observé pequeños diminutos seres correteando por el bosque, pensando que ellos también habían sido liberados de su cuerpo.

Poco a poco fui ascendiendo hasta llegar a ella. Qué bonita se veía. Se notaba que estaba feliz.
Había encontrado otra alma más para alimentarse.
Sin embargo a mí no me importaba. Por fin me sentía feliz, me sentía yo misma.


Me desperté en la ventana de mi habitación. Era de día y el sol iluminaba toda la estancia. 
"Todo ha sido un sueño", pensé. Y qué dulce había sido.
Sin embargo, al salir a la calle me encontré con que ya no estaba en mi pueblo; el bosque había desaparecido, las flores ya no estaban, el coche de mamá no aparecía...
Y yo me encontraba flotando entre lucero y lucero.
En ese momento, me sentí estúpida; había sucumbido a su canto celestial.
Pero no estaba triste, no estaba enfadada, no estaba preocupada... tan solo tenía hambre.