En ruinas

En ruinas

sábado, 11 de agosto de 2012

Eternidad, una simple palabra ♥

"A veces se pueden escuchar sonidos en el bosque. 
Todo ocurrió hace más de 30 años. Ella se llamaba Sara. Sus padres vivían en una casa a las afueras de la ciudad. Posiblemente demasiado alejada, donde por la noche el viento susurraba a los árboles en busca de algún cometido por hacer.
Las hojas, estremecidas por dicho fenómeno, se erguían orgullosas sobre la copa de los árboles. 
Ella las contemplaba cada noche, desde su pequeño balcón. Una vez, observó una luz que provenía del final del bosque. Un coche. No supo quién merodeaba a esas horas por tan dicho lugar, en el cual decían que habitaban los espíritus de los amados que nunca fueron logrados separar. 
Algunas noches ella los oía vagar en silencio, escuchando sus lamentos y gemidos, y rezando por ellos, para que un día encontrasen la paz juntos.
El coche cada vez estaba más cerca. Se posó delante de su casa, y observó cómo su padre salía a recibirlos con tan amable sonrisa que ofrecía siempre a sus invitados.
Le invitó a pasar. Ella, un poco asqueada por tal invitación, se mostró impertérrita una vez en el salón, sentada junto aquel hombre de ojos penetrantes. Su cabello rubio le caía en forma de melena, dejando entrever sus orejas diminutas. El mar de sus ojos inundó todo su ser. Le observó un poco más de reojo mientras su padre preparaba algunos pasteles que ofrecer y una bebida caliente. Se dio cuenta de que estaba bien formado. Su cuerpo y sus extremidades eran tan perfectas como su belleza. En el torso se acentuaban las pequeñas marcas que caracterizan a todos los hombres. Ella, dejó entrever una pequeña sonrisa, que pronto ofreció en la comisura de sus labios. Su larga melena morena le caía en el hombro, mientras se tapaba con un mechón de su flequillo sus ojos color miel. El chico se percató del gesto y ofreció una sonrisa. 
-Hola, me llamo David. Soy tu nuevo vecino. Estoy construyéndome una casa aquí al lado. Encantado...
Por su aspecto, ella dedujo que tenía unos años más que ella. Calculó que unos 23. 
Su padre entró en el salón con una bandeja. 
-Come, estás en tu casa.
-Muchísimas gracias. 
Durante esa noche, las miradas de ambos recorrían la estancia encontrándose, mientras el padre, ajeno ante tal expectación, hablaba sin cesar. 
Los días siguientes, ella y él se veían más a menudo. Él llegaba por la noche, más bien tarde, cuando los gemidos del bosque comenzaban. Ella asomaba su cuerpo al balcón, y veía a aquel chico que le tenía, por decirlo de algún modo, enloquecida. 
Día a día, semana tras semana, mes a mes... surgió. Una noche, ella estaba sola. Sus padres se situaban en casa de su tía, actualmente enferma que necesitaba cuidados. Con sus 19 años, la responsabilidad recayó junto a ella.
Entonces él vino. Ella le abrió la puerta, encantada. Su sonrisa le complació, y su olor llenó toda la estancia. 
Poco a poco, las palabras fueron convertiéndose en besos, las miras en caricias, y los susurros en mordiscos.
Ella le llevó a su habitación, cada vez más ilusionada. Entre el balcón se seguían oyendo los murmullos lejanos. Pero ella ahora tenía todos sus sentidos hacia aquel cuerpo desnudo que sostenía entre sus brazos. Las almas se juntaron hasta formar una, el pelo se revolvió, sudoroso entre las sábanas.
El amor inundó la estancia. 
Ya amaneciendo, la única frase que dijo él fue bastante para complacer la vida de aquella chica.
-Te quiero.
Como respuesta, ella le besó cálidamente. 
Pero, a partir de aquella noche, él ya no volvió. Su padre la veía cada vez más y más triste. Ella pasaba las noches en su balcón, oteando el horizonte para ver si, de él, aparecía aquella alma que un día juntó con la suya. 
Una noche, se escapó. Intentó pedirles consejos a las almas condenadas, aquellas que sufrían por amor. Pero nadie la escuchaba. Entre sus sollozos escuchó una voz que le resultó familiar. Entre las sombras, la luz de su amado apreció. Ella, asombrada, pensó que sería obra de su imaginación. Pero él, ya tan cercano a ella que pudo percibir su aliento helado, le dijo dulcemente:
-Tú...¿estás muerta?
-No... pero... tú... qué...
Y posándole un dedo en los labios, la besó. Pero éste, fue un beso inmaterial.
-Pero tú si lo estás, ¿cómo...?
-Siempre lo he estado. Hace años que te llevo observando. Me enamoré de ti y no sabía cómo poder conquistarte. Hasta que hice un pacto con el diablo. 4 meses vivo, por una eternidad de castigo aquí, en éste bosque de almas condenadas. Por supuesto que acepté.
-Todo... por...
-Una noche junto a ti. Eso me servía. Te quiero, y jamás dejaré de hacerlo. Ya no me importa aquél accidente de coche que tuve. Solo me importas tú. Pero ahora, vive tu vida, alcanza tus sueños. Y, un día, volveremos a estar juntos, te lo prometo.
-¿Condenados a vagar por éste bosque espectral?
-No.
Su sonrisa irónica dejó entrever una suspicacia en su voz.
-Condenados a vagar eternamente juntos, para siempre.
-Toda la eternidad es mucho tiempo.
-Poco si es estando a tu lado.

Y, así, ella vivió su vida. Hasta que, el día de su fallecimiento, una persona (espíritu) le esperó. Ella, mirándole con ojos vacíos pero sinceros, fue tras él. 
El diablo, las sonrisas, las miradas, la muerte... nada fue capaz de separarlos.
Aún dicen que se oyen sus risas en el viento... pues tras él se esconde una verdad."

By:Amparo.

viernes, 10 de agosto de 2012

El amor no es lo que buscas, es lo que encuentras

El amor, no es una casualidad, ni una elección. 
Muchas veces nos preguntamos por qué estamos solos, en este mundo lleno de parejas. 
A veces intentamos buscarlo por todas partes pero, lo que no sabemos, es que el amor viene solo.
Quizás, en algún momento de tu vida, has sufrido. Tu amor ha sido destrozado, forzado a terminar.
Todos necesitamos una segunda oportunidad. 
Mirando al cielo, se nos ocurren versos que cuentan nuestra historia; tu historia de dos.
Cada historia tiene un principio, y tan solo debes no intentar percibir o incluso forzar tu final. 
Solo deja que las cosas fluyan, que por mucho que las obligues, vendrán solas.
Déjate llevar, como el viento, que viaja sin saber dónde va.
Por eso, en cada circunstancia, en cada relación, no dejes que el futuro esté en tu presente, solo vívelo y aprovecha el momento. Tu momento.