Él sabía qué tenía que buscar. Aquella era su única vía de escape. Llevaba horas preguntando, buscando sin parar…pero nadie le podía acercar al paradero de aquella caja que tanto valor tenía para el señor del infierno. La Caja de los Secretos. Recordó que un día ella habló de ella.
Hacía años… Ella comentó que aquella caja, según algunos libros satánicos, contenía todos los secretos del universo. Lucifer siempre había querido tenerla entre sus manos y poder, al fin, conocer todos los misterios que la acechaban. Lucifer no siempre había sido tan cruel.
Hubo
una época en la que él estaba enamorado.
Quizá solo fueran simples
hazañas que la gente contaba sin saber. Lo que sí era cierto era que Lucifer
siempre había ansiado encontrar tal objeto. Con él sería invencible, sería más
poderoso aún de lo que ya era.
Pero no lograba dar con
aquella caja, aquella maldita caja que podía devolverle aquel atisbo de
sentimientos que podía compensar con aquellos que no dejaban de acecharle en
sus peores pesadillas. De pronto, se percató de que alguien le miraba con aire
conocido. Él se sobresaltó. En cuanto miró a aquella persona, esta se dirigió
sin demoras hacia él.
-¿Buscas algo muchacho?
Era una anciana de unos 89
años de edad. Pero sabía que en aquel lugar los años no eran más que una simple
fecha que carecía de sentido…
-¿Sabe usted algo sobre la
Caja de los Secretos?
-La Caja de los Secretos…La
Caja de Lucifer, pues.
-¿La conoce?
-Esa caja siempre ha sido mi
mayor tesoro. Esa caja siempre ha sido mi valor. Pero un día desapareció, sin
más. Nunca más la he vuelo a atisbar con mis pequeños ojos marrones.
Pero
bueno, aquí no hay mucho observar…
-¿La perdió? Usted tenía la
caja…
-La tenía. Quizá pueda
ayudarte a encontrarla. Quizá… Una vez estuve enamorada, ¿sabe usted? Me enamoré
del mal. ¿Entiende? Perdone por esta interrupción. Perdone usted…
Él la miró con incredulidad.
Parecía perdida. Quizá ella no tenía la más remota idea de dónde se encontraba
aquella caja. Quizá era un alma tan perdida en tu propio universo que hasta
había llegado a creerse semejante falacia. Pero era su única opción. Su única
salida.
Ella le comentó que la caja
no se encontraba en el mundo de los muertos; la perdió en vida.
Él la condujo hasta el mundo
que, hasta ahora, había estado plagado de injusticias para él… y provocadas por
él.
-Esta casa… me resulta
familiar.
-Perdone pero… ¿dónde perdió
la caja?
-¿He dicho que la perdí? No,
no, no… jamás perdería un objeto con tal valor. Es importantísimo guardar la
caja en manos firmes y seguras. La caja se la entregué a una chica de mejillas
sonrosadas. Vino a verme…era un ángel celestial. Sí. Un ángel. Yo le entregué
aquella caja de oro fino y le hice prometer que jamás la entregaría a Lucifer.
Ella aceptó. Un ángel…
-¿Un ángel? ¿Quién es? ¿Sabe
usted quién es? ¿Sabe usted quién es ese ángel? Por favor…
Él se derrumbó. Se dejó caer
sobre aquella ventana que tantos secretos había resguardado.
Aquella ventana
que había observado discutir tantas veces a ella y a él. El tiempo llegaba a su
fin. Pero ella…ella…debía vivir…ella…
Una idea abordó su mente. Se
levantó con un ágil movimiento, y al incorporarse, supo lo que tenía que hacer.
Pronunció aquel cántico que
tanto sabía, que tan familiar le era…y se dispuso a entrar en el mismísimo
infierno. Aquella anciana, le siguió. Él opuso resistencia, pero ella se mostró
firme ante su decisión. Él se adentró junto con aquella figura de niña que,
propiamente dicho, le producía el mismo escalofrío una y otra vez. Quizá ese comenzase su final…y terminase el de ella.