De repente me viene a la imagen un recuerdo, uno cálido y amistoso, uno de esos que te hace sonreír. Una lágrima asoma por mi ojo, seguida de una cascada de emociones en mi interior.
No puedo permitirme recordar. Aún no. "No es el momento para ello", me repito, intentando sosegar la soledad de mi corazón.
Un sentimiento confuso se abre paso entre mis entrañas: ¿qué siento realmente?
Mi cabeza no se aclara entre tanto ruido, aun estando la calle en silencio. Oigo los ecos de lo que ha sido y ya nunca será, retumbando por las paredes de todo mi ser.
Sigo aquí. Y nada ha cambiado, aunque en realidad ya nada es lo mismo. Yo no soy la misma. Aceleran mis latidos al compás de las pisadas que doy, aunque sigo quieta. Sentada. Esperando.
¿A qué?
¿A que espero?
No va a venir nadie a salvarme. Ya no hay salvación.
La vida pasa ante mis ojos, y yo sigo aquí. Sentada. Esperando.
No vas a aparecer.
Lo sé.
Pero
yo
sigo aquí.