En ruinas

En ruinas

lunes, 16 de diciembre de 2019

Café

Nevaba.
Era un día de esos en los que solo te apetece tomar una buena taza de chocolate caliente y ver el atardecer, observando cómo el sol desaparece mientras se destiñe en la blanca nieve.
Las montañas parecían tan lejanas y cercanas a la vez, que podías tocarlas con las manos en un interminable intento por alcanzarlas. 
Oscurecía.
Pero a ella no le importaba lo más mínimo, pues el frío y la noche hacían buena combinación con su corazón helado. Se sentó en el sofá a ver una película mientras daba pequeños sorbos a su café descafeinado. El viento golpeaba con fuerza las ventanas y portaba la nieve a depositarse sobre el alféizar. De repente, escuchó un ruido que provenía de su habitación. Se levantó, cautelosa, para ver cuál era la causa.
Escalofrío.
Empezó a recorrerle la médula espinal. Sin embargo, no había nada ni nadie en su pequeño cuarto de paredes turquesas y suelo de madera. La lámpara del techo lanzó pequeñas chispas al apagarse y los cuadros, llenos de sus fotos, que yacían en su cómoda se fundieron con la tiniebla de la noche.
Volvió a su agradable sofá, a ver su interesante película y beber su exquisito café.
Algo había cambiado
Ella no sabía qué era, pero todo le resultaba diferente, extraño. Se sentía incómoda, como si la tela de su asiento estuviese áspera y rugosa; la película se volvió tediosa y aburrida y su bebida marrón carecía de gusto en su lengua, provocándole pequeñas arcadas que tuvo que contener.
Medianoche.
Apagó la televisión y se dispuso a ir a su habitación. Se puso el pijama y, al pasar frente al espejo de su armario, algo le llamó la atención. Sus ojos se desviaron hacia aquel reflejo insólito, aquel reflejo engañoso, aquel reflejo incorrecto.
Miró los cuadros de su habitación, observó las fotos de su larga cabellera castaña y su jovial sonrisa adolescente.
Volvió hacia el espejo y, asustada, tan solo pudo pronunciar unas pañabras mudas, unas palabras llenas de temor:
-¿Quién eres? - preguntó aquella niña de ojos verdes y cabello rubio.

martes, 12 de noviembre de 2019

Sin nombre

Sales de una etapa que para ti ha sido eterna, aunque realmente ha sido el soplo de una colilla al fumar lo que ha durado. Sabes que esta vez es diferente, que todo tiene que avanzar.
Ahora estás en un vacío sin nombre, una brecha entre la vida y la muerte, el abismo de los silencios pronunciados., y recuerdas las llamas del infierno con melancolía, añorando la certeza de sus chispas, de su reflejo.

Hace frío, y estás sola. Está oscuro.
Llueve, pero no te mojas.
Sangras, pero no hay herida.
Tu alma se eleva a un estado superior y, aunque no consigas ver nada, sientes la presión en tu pecho.
Sabes que la muerte ha quedado relegada a un segundo puesto, sepultada bajo una montaña de huesos y costillas rotas. Ahora solo queda algo efímero, algo que va más allá, algo sin nombre y que reside en tu interior.

Los sentimientos forman lazos en tu cabeza, y sientes que no puedes detenerlos.
Sin embargo, ahí estás. Lejos de aquel cadáver enamorado, lejos de las tierras prometidas, lejos del espejo del infierno.

Sabes que aún no es el final, porque andas descalza sobre el viento helado de la nada. El vacío se apodera de tu cordura y no sabes qué es real y qué no.
Y es entonces cuando te das cuenta de que, hasta que no vuelvas a sentir la muerte, no podrás volver a la vida.

martes, 18 de junio de 2019

Visita al inframundo: Despertar

Hoy he despertado entre pesadillas. La oscuridad yacía en mis costillas y los sueños rotos armonizaban con el espejo que tenía enfrente.
Los días pasaban ajenos a la melancolía del lugar, mientras que mis pensamientos volaban ya a varios metros de altura. Al menos, ellos podían escapar.

Me levanto temerosa de mis pasos, pues no tienen la suficiente fuerza para llevarme donde yo quiero ir. Y es que el techo de cristal es la señal de que es mi lugar, mi destino. Y aunque mis dedos entonan otra melodía, aún sigo bailando el Vals de la Muerte.


Resuenan tantos ecos en mi cabeza, que no puedo escuchar los gritos de mi interior. Siento cómo las almas atrapadas me incitan a vivir con ellas, a sonreirles aunque esté muerta por dentro.

¿Y qué es la muerte sino un estado temporal? Indefinido, lejano al cosmos. Cálida y fría a la vez. Meditabunda, bella, acogedora.
Es compasiva pero a la vez fuerte, es soñadora y responsable; ella es la calma tras el inmenso mar de dudas.
Es la respuesta y a la vez la pregunta.
Y tras caer en su abismo, ya nunca vuelves a ser la misma persona.

Porque todo había cambiado.

Yo había cambiado.
Debía alejarme de ese reflejo, debía irme de allí. La humedad de mis lágrimas se impregnaba en mis huesos y ni siquiera las llamas del lugar podían calmarla.
El infierno es un lugar inquebrantable, un lugar sombrío. Y, a su vez, el lugar más bello del mundo.
¿Quién soy yo para luchar contra aquello que me retiene?
¿Acaso sigo dormitando entre los mundos o este es mi final?

Corriendo me alejo de aquella oscuridad y, al llegar a final del camino de ladrillos rojos, me doy cuenta de que aún hay esperanza. Esta vez no me pesa la espalda, esta vez noto las alas.

Ya no hay miedo.
Ya no hay confusión.
Y aunque hayan marcas en mi pecho ya han cicatrizado mis heridas.

jueves, 30 de mayo de 2019

Visita al inframundo: Reflejo

Todo había cambiado. 
Yo había cambiado.
Caminaba anonadada por un camino de ladrillos rojos, rodeada de gritos y pesadillas. 
Estaba oscuro y el techo era de cristal, dejando entrever el vacío inmenso de los sueños perdidos. Caían gotas rojas que mojaban mi cara y mis manos y el olor a azufre se mezclaba con mis pensamientos. Juntos retozaban y formaban otros más profundos y siniestros, pensamientos de pecado, pensamientos inventados desde el más profundo odio y temor.
El miedo se disipaba mientras la melancolía acechaba y la tristeza aparecía.

Y yo ya había roto las cadenas, ya había escapado de aquello que me mantenía prisionera. Y, a pesar de ello, seguía sintiéndome atrapada. Unas manos invisibles recorrían mi alma, atormentando mis recuerdos y sensaciones. En la espalda, algo pesaba, me hacía ir más lenta, más insegura en el trayecto. ¿Para qué quería alas si aún no podía volar? 

Llegué a un silencio abrupto, un silencio que se formaba con palabras, aquellas que morían en los labios de la gente y nunca eran pronunciadas.
Por miedo.
Por ira.
Por amor.
En una esquina difusa se alzaba un espejo. Me acerqué y observé a través de él, sin ver realmente mi reflejo. No había nada más entre mis penas, no existía certeza en mi murmullo. Y al girarme no vi plumas. 

Fue cuando comprendí que lo que me pesaban no eran las alas, sino los recuerdos.

domingo, 26 de mayo de 2019

Visita al inframundo: Llegada

Anoche desperté de aquel suspiro eterno. Miré a mi alrededor y supe que la travesía había llegado a su fin.

A veces mi alma seguía recordando aquel limbo indefinido, aquel espacio sin tiempo ni lugar en el mundo. Vacía por dentro, con las cadenas amarradas a un interminable suspiro.

Desorientada, busqué entre las llamas de mi alrededor, pero solo encontré un reflejo roto de aquello que una vez fui. Ahora todo se quemaba en la oscuridad de aquel lugar, y tan solo lo iluminaba el fuego del infierno.

Y, aunque me encontrase en el lugar más cálido del mundo, seguía teniendo frío. 

miércoles, 15 de mayo de 2019

Tierras del Sueño: Agua

Estoy naufragando entre un mar de indecisiones, de lágrimas estancadas que forman un inmenso océano. Y aun buscando día y noche no encuentro la Atlántida.

Mi cuerpo marchito quedó relegado a un segundo hueco, un segundo lugar en tu corazón.
Ya no soy a quien buscas cuando tu brújula está rota, ya no soy aquella que te rescata de los naufragios y las tormentas. Sólo soy una simple alma encerrada en una jaula de sal de barrotes inquebrantables, derrumbándose poco a poco por dentro mientras tú sigues con tu travesía.

Ni el canto de las sirenas podría devolverme aquello que perdí y un día tuve; ni siquiera los piratas anhelaban tanto un tesoro inalcanzable e invisible como yo, un tesoro que demora en los corazones de la gente.

Yo no soy una sirena, ni soy una pirata. Pero sí soy humana. Un cadáver vacío, una sombra en la oscuridad, un espíritu preso.
Aún me pesan las cadenas.
Aún te tengo en mi memoria.
Aún me importas.

miércoles, 8 de mayo de 2019

Tierras del sueño: Tierra

Siento demasiada presión en el pecho; mis heridas atraviesan los huesos, llegan hasta el alma. Las cicatrices cubren con pequeñas marcas y fisuras mi esqueleto, que reposa tranquilamente sobre la tierra aunque mi alma siga gritando. 
Por ti.
Por ti lo seguiría dando todo, por ti di mi vida. Ahora las flores crecen hacia abajo en un ataúd sin salida.
Me clavo las espinas de las rosas que nacen en mi pecho, y entonces me doy cuenta de que tú labraste la tierra de mis entrañas, tanto que viven flores donde ya no hay luz.  Tanto que me ahogo con sus pétalos, me asfixian, no me dejan respirar.

Aún siento dolor en mi corazón inexistente, aún siento amor en mis mentiras. Aún hay canciones entre mis dedos, y poesía en cada lágrima. Aún queda tierra de tu huerto, aún hay esperanza en mi agonía. Y todo queda sepultado bajo miles de sueños rotos que un día pronunciamos y no llegamos a cumplir. 

Te das la vuelta y te vas, arrojando el último grano de arena, convirtiéndose en una montaña dentro de mí. Y yo solo puedo decir un adiós mudo, un adiós seco. Un adiós no pronunciado. 
Y, así, comienzan a marchitarse las flores, se pierden entre mis costillas, mueren en el lugar que antes ocupaba mi corazón. 
Ya no quiero cuidarlas. 
Ya no quiero tenerlas. 
Ya se han ido, 
como tú. 

viernes, 3 de mayo de 2019

Tierras del sueño: Aire

A veces, las palabras resuenan aún en los ecos de mi interior, como si de espíritus se tratasen. Su aliento frío permanece entre mis huesos vacíos, como si me contasen una historia pasada, una que ya fue. 
Echo de menos mirar el mundo con ojos enamorados, el aroma de la vida eterna y las promesas de un "para siempre". Parece que pasaron mil años, cuando solo ha sido un suspiro; el último que di. Aún tengo demasiados guardados en mi corazón, aquellos que no pude dar; que no pude darte. Los torbellinos se forman en mi cabeza, desatando tormentas en cada parte de mi cuerpo —o de lo que queda de él. 
Y estoy cansada.
Estoy cansada de ocultarme bajo la neblina de este lugar, de esconderme de la realidad que tengo ante mis ojos. Vivo esperando a que pase algo; a que pase. Vivo esperándote. 
El aire helado me corta la respiración y entumece mi huesos. No sé cómo salir de aquí, ni sé cómo avanzar. No sé seguir un camino que ha sido borrado del mundo, ni cómo volver a dibujarlo. 
Tan solo me limito a ver las almas pasar, almas que, como yo, siguen esperando. 
A que vuelvas.
A que vuelva.
A algo.


jueves, 2 de mayo de 2019

Tierras del sueño: Fuego

No me encuentro el pulso, desapareció junto a nuestros "te quieros" acompañados de risas de fondo y miradas que hablaban sin necesidad de palabras. 
Sigo dormitando entre los recuerdos, nadando entre las promesas y cayendo en picado por el abismo que fueron nuestros últimos días.
El llanto entrecortado de un esqueleto sin vida, un esqueleto que se funde entre la brisa de la noche y mira enternecedor al alba, esperando que vuelva a amanecer.

Ya no hay vida en los huesos, ya no hay calma en la muerte. Deambulando por el limbo esperando que me lleven al infierno.
Por ello sigo siendo fuego, y ardo entre las cenizas de aquello que fue y ahora ha desaparecido. Mi llama no se apaga con un vaso de agua, necesita un mar entero.
Y, sin embargo, tú ya has enterrado mis restos, y a veces, solo a veces, vuelves a ver si mi tumba sigue encendida, si aún sale humo de mi ataúd.

Eres un libro abierto en el cual las hojas siguen prendiendo así que, ¿cómo no va a haber chispas dónde hubo un incendio? 
Acabará cuando, al fin, consiga cerrarlo y entonces, cuando vuelvas a visitarme al cementerio, ya no habrá más humo, ni más cenizas, ni más amor.
Solo quedarán los huesos y las páginas quemadas de un adiós. 
Y de esa forma, podré renacer como el fénix. Porque de eso se trata, ¿no? 

miércoles, 17 de abril de 2019

Sinfonía de un cadáver enamorado n°2

Y aquí estoy. Sentada en una parada de bus esperando para que me lleve a algún lugar en el que me sienta segura.
De repente me viene a la imagen un recuerdo, uno cálido y amistoso, uno de esos que te hace sonreír. Una lágrima asoma por mi ojo, seguida de una cascada de emociones en mi interior.
No puedo permitirme recordar. Aún no. "No es el momento para ello", me repito, intentando sosegar la soledad de mi corazón.

Un sentimiento confuso se abre paso entre mis entrañas: ¿qué siento realmente?
Mi cabeza no se aclara entre tanto ruido, aun estando la calle en silencio. Oigo los ecos de lo que ha sido y ya nunca será, retumbando por las paredes de todo mi ser. 

Sigo aquí. Y nada ha cambiado, aunque en realidad ya nada es lo mismo. Yo no soy la misma. Aceleran mis latidos al compás de las pisadas que doy, aunque sigo quieta. Sentada. Esperando. 
¿A qué? 
¿A que espero? 

No va a venir nadie a salvarme. Ya no hay salvación. 

La vida pasa ante mis ojos, y yo sigo aquí. Sentada. Esperando. 
No vas a aparecer. 
Lo sé. 
Pero 
yo
sigo aquí. 

lunes, 15 de abril de 2019

Sinfonía de un cadáver enamorado nº1

Tengo miedo. Tanto miedo que no sé asimilarlo. Y ni siquiera sé por dónde empezar; qué explicar, qué pensar, qué sentir. Me da tanto pavor quedarme sola con mis recuerdos. Aún duelen, se notan en el pecho. Cada vez que recuerdo tu sonrisa cuando me mirabas, cada vez que recuerdo tus ojos brillando por amor. 

Tengo miedo. Tanto miedo que no sé cómo apagarlo. Ya no sé cómo dirigir mi camino, no sé seguir adelante. No sin ti. 

Tengo miedo. Tengo tanto miedo que no puedo ni pensar. El viento fluye al compás de mi corazón rompiéndose en mil pedazos. Cada vez que te recuerdo. Cada vez que te miro en mi interior. 

Tengo miedo. Tengo miedo porque has dejado una huella en mí imborrable, inquebrantable, que ni siquiera los dioses podrían eliminar; una llama imposible de apagar. 

Tengo miedo. Pero no solo tengo miedo, tengo pánico a la soledad. Agonizando entre mis suspiros se encuentran los versos que no te pude decir y aún tengo en mi alma escondidos. Entonan una canción de despedida, un adiós que mis labios aún no han querido podido pronunciar. 

Tengo tanto... tanto miedo. 
Pero no solo tengo miedo. 
Aún me queda amor.


miércoles, 3 de abril de 2019

Carta de suicidio nº... ¿5?

Ya no me queda voz para gritar; mi interior me consume. Siento que he perdido tanto y que ha sido culpa mía, que las lágrimas ya no son más que un símbolo de la tristeza que hay dentro de mí.
Intento seguir adelante con la vida, intento animarme con el mundo que me rodea, pero todo lo veo sombrío y oscuro.
Siento que tenía tantas cosas, y que ya no están junto a mí. Me siento tan estúpida.
Solo quiero dejarme llevar, fluir como el aire... 
Ya no siento nada más que dolor.
Ya no siento nada más que agonía.
Y me siento
sola.

domingo, 31 de marzo de 2019

Carta de suicidio nº4

¿Alguien puede ayudarme? ¿Qué hago con todo el dolor de mi corazón? No puedo, o no quiero, dejarlo salir. El pecho me aprieta a cada paso que doy: quién soy o qué quiero hacer. Ya no sé absolutamente nada.
Ya nadie me guía por este laberinto de esperanzas rotas, de sueños pegados con celo. ¿Qué debo hacer ahora si ni siquiera sé cómo levantarme cada mañana? 
Siento cómo mi ser se marchita con cada día, cómo se pudren las entrañas de mi interior. Tan solo existe una soga que me aprieta el cuello, impidiéndome respirar, sin dejarme escapar ni un último aliento. 
Ella me mira con ojos enternecedores, y yo no sé cómo corresponderle. Aún no es mi momento, ¿no? 
La muerte es el inicio y el fin de mis días, 
lo del medio
es tan solo
un 
sueño.

jueves, 28 de marzo de 2019

Carta de suicidio nº3

Cada vez que me susurra palabras al oído, la noto más cerca. No puedo escapar de ella, ni de sus pensamientos, ni de su suave suspiro, que hace temblar hasta la última célula de mi ser.
No existe el dolor en su mundo, ni la melancolía, ni la añoranza. Estoy tan harta de echarte de menos que quiero dejarme llevar por ella, dejarme volar y ser libre al fin.
La sensación se intensifica a cada paso, a cada minuto, a cada hora. Cada día es más oscuro, más solitario, más cercano a ella.
No puedo escapar de ella, ni de sus pensamientos, ni de su frío suspiro, que hace que se me congele el corazón, que hace que se congele el alma.
No se puede huir de la muerte.

miércoles, 27 de marzo de 2019

Carta de suicidio nº2

Estoy harta de huir. No puede dejar de escuchar los intensos latidos de mi corazón golpear mi pecho como si de un huracán se tratase. La sangre fluye por todas mis venas, esparciéndose por todo mi cuerpo, como si me incitase a dejarla salir, a dejarla libre.
Tener la hoja afilada en la mano mientras aprietas con fuerza para dejarla escapar... siendo las lágrimas las únicas que encuentran una salida. 
Y aunque siga habiendo sangre en mi corazón, es lo único que queda.
Se quedó 
vacío
de tus mentiras, 
de tus promesas, 
de tus recuerdos.
De amor.

viernes, 22 de marzo de 2019

Carta de suicidio nº1

A veces la muerte me parece demasiado deliciosa, calmada, silenciosa. Parece acogerme con sus brazos de huesos, pero cálidos como una mañana de verano. 


A veces ya no sé a qué aferrarme, cuando todos mis pilares se derrumban y no siento el cariño y el valor que me puede otorgar el sueño eterno. 

Ya no puedo sentir más dolor que aquel que me otorga mi propio corazón y mi propia mente. "No puedo seguir con esto, no puedo", repite mi cabeza, dejando entrever los latidos de un alma rota. Aún se ven las cicatrices de otras veces; el pasado. Parecía que se había recuperado, y tan solo era un parche...

¿Realmente quiero seguir con los vivos si ya camino entre los muertos? 

Tan duro decir adiós y tan rápido decir te quiero, tan fácil de enamorar y tan difícil de olvidar. 

Me
siento
sola.